De la romántica ambición de querer cristalizar sueños y metas, respetando valores como la ética y la honestidad, hemos permitido que la codicia sea la que impere y esta sí que no tiene escrúpulos para conseguir, a cualquier precio, los propósitos personales.
Es una tendencia mundial, cada vez más acentuada por su voracidad. Por ejemplo, la evidencia de países queriendo doblegar a otros sólo para ser reconocidos como supremos y perfectos, pese a que no lo son, a partir de imprimir el miedo y la intimidación; o sociedades dominantes conformadas por pequeños grupos de personas respaldadas por el poder, los recursos económicos y con gran ego para aprovecharse de las necesidades, pero sobre todo de la ignorancia de las mayorías.
Por ello voy a detenerme en la codicia que está haciendo estragos en el ser humano y por ende en su entorno. Hay que partir de una definición de quienes han evaluado esa disposición: “Codicia es el deseo excesivo e insaciable de poseer bienes materiales, poder, reconocimiento o cualquier recurso escaso”.
Su origen etimológico señala que proviene del latín cupiditas, una derivación de cupire, término cercano a la idolatría del dio romano Cupido y que significa “desear intensamente”, vinculado al dios romano Cupido; desde la psicología, la codicia está asociada a la ansiedad existencial en la que se esconde el miedo al vacío, la inseguridad y la necesidad de llenar carencias emocionales con posesiones.
Y la más reciente percepción del término es que se ha ido imponiendo como mecanismo de supervivencia ante la escasez en las personas, mientras que en las sociedades modernas se ha convertido en un rasgo disfuncional.
Hay muchas más concepciones, incluyendo filosóficas atribuidas a Platón y a Aristóteles, religiosas analizadas por San Agustín y Santo Tomás de Aquino, y de pensadores contemporáneos reconocidos como Bernard Mandeville, Adam Smith y Max Weber, y una larga lista de investigadores, pero esas les quedan de tarea a ustedes estimados ciberlectores.
También puede complementar con 10 temas a su consideración:
1. Avaricia vs codicia: diferencias sutiles: la avaricia implica acumulación sin gasto, mientras que la codicia puede incluir derroche con tal de obtener más.
2. Codicia en el capitalismo moderno: influencers que buscan más seguidores, empresas que recortan costos sin ética, y consumidores obsesionados con el “más”.
3. Codicia y corrupción: cómo el deseo desmedido de poder y riqueza alimenta prácticas corruptas en política, negocios y justicia.
4. Codicia como antivalor: En contraste con valores como solidaridad, equidad y empatía. Puedes explorar cómo se combate desde la educación y la ética social.
5. Codicia en la historia y la religión: Desde Judas Iscariote hasta el mito de Midas, pasando por enseñanzas budistas, cristianas y estoicas.
6. Codicia y salud mental: su vínculo con ansiedad, inseguridad, narcisismo y vacío emocional.
7. Codicia en el arte y la literatura: obras como ‘El mercader de Venecia’, ‘Macbeth’ o ‘El gran Gatsby’ muestran cómo la codicia destruye.
8. Codicia en la economía conductual: estudios sobre cómo el comportamiento codicioso afecta decisiones financieras, inversiones y consumo irracional.
9. Codicia digital: obsesión por likes, seguidores, validación virtual y acumulación de datos personales.
10. Codicia y sostenibilidad: cómo el afán de crecimiento ilimitado choca con los límites ecológicos del planeta.
Autoanálisis y recomendaciones
Lo que más me interesa es que usted, ¡sí, usted!, sepa si es un codicioso y para ello debe autoanalizar lo siguiente:
– Insatisfacción constante, incluso al lograr metas.
– Envidia hacia quienes tienen más.
– Falta de empatía y relaciones superficiales.
– Obsesión por acumular sin propósito claro.
– Justificación de medios inmorales para obtener beneficios.
En caso de que lo anterior te despierte preocupación, recurre estas recomendaciones de expertos:
– Practicar el desapego: valora experiencias sobre posesiones.
– Evitar compararte: enfócate en tu propio crecimiento.
– Fomentar la gratitud: reconoce lo que ya tienes.
– Educar en valores: desde la infancia, promueve empatía y generosidad.
– Desarrollar moral sólida: tolera la frustración y cultiva el sentido ético.
Se me ocurre una cruzada para frenar esto, de lo contrario no sigamos mostrando asombro momentáneo cada vez que nos enteremos de un caso de codicia y esperamos, con expectativas, el otro. Urge tomar conciencia de que se trata de un círculo devorador implacable.
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