“Para darme celos
no basta con decir que mi esposa es bella,
sociable, sabe comer y conversar, canta,
tañe y baila: estas prendas le añaden virtud.
Y mi propia indignidad no me causa
la menor duda o recelo de su fidelidad,
pues tenía ojos y me eligió. No, Yago;
quiero ver antes de dudar. Si dudo, pruebas;
y con pruebas no hay más que una solución:
¡Adiós al amor o a los celos!”.
Fragmento de Otelo, de William Shakespeare.
Así como Shakespeare le escribía al amor de la manera más pura e inspiradora, en Otelo describe como los celos pueden provocar los peores sentimientos.
El Síndrome de Otelo es un delirio que hace creer a la persona que su pareja le es infiel. Toma el nombre por la obra de Shakespeare en la que Otelo asesina a Desdémona en un ataque de celos y en este caso, era influenciado por su amigo Yago, quien siempre le hablaba sobre la infidelidad de su esposa.
Quien sufre este síndrome viven bajo el convencimiento obsesivo de que su pareja le es infiel y desconfían todo el tiempo; por ejemplo, invadiendo la privacidad, cuando ingresa a su PC o revisa su celular, o sus redes sociales.
Con este comportamiento busca encontrar las pruebas de la infidelidad del otro y así justificar su obsesión y celotipia.
Cuando los celos dominan a las personas e interfieren en su vida afectiva, social y laboral, entonces se está frente a un trastorno psiquiátrico.
La psicóloga Amparo Calandín asegura que la persona genera su delirio a partir de datos irracionales:
“Invierte mucho de su tiempo rastreando pruebas que puedan confirmar las sospechas que tiene sobre su pareja. Cualquier dato es bueno para darle vueltas, tergiversarlo y alimentar el miedo a que le estén traicionando. Este síndrome cuyo núcleo principal lo forman los celos, afecta tanto hombres como mujeres por igual”.
Como bien lo dice Calandín, hay maneras de identificar este síndrome de unos celos adaptativos. La principal característica es la presencia de conductas irracionales y pensamientos delirantes o poco o nada objetivos. Es decir, los celos se llevan al extremo y en ningún caso, hay razones reales ni explicación lógica para que sienta ese temor ni afectación comportamental o emocional.
“Esta situación altera su vida cotidiana y genera que emplee la mayor parte de su tiempo realizando conductas controladoras, vigilando y acechando a su pareja en busca de la prueba definitiva que corrobore la creencia delirante que presenta”, confirma la psicóloga.
Como toda patología existen unos síntomas muy claros que aquí te contaremos #sinrecato:
- Desconfianza hacia la pareja, amigos y familiares.
- No hay consciencia del problema y no es capaz de hacer autocrítica.
- Manifiesta emociones desproporcionadas ante las pruebas que tiene puede llorar, deprimirse, mostrar ansiedad, agresividad física y verbal o irritabilidad.
- No son objetivos ni realistas.
- No son lógicos al momento de interpretar las situaciones.
- No se disipan los celos a pesar de la falta real de pruebas.
- Cree que es víctima de una conspiración y surgen sentimientos de traición real hacia su pareja.
Estos pensamientos irracionales le generan la necesidad constante de búsqueda (hipervigilancia) y la detección de patrones de comportamiento inadecuados de su pareja, que la llevan a pensar que cualquier cambio de hábitos, por su parte es por la supuesta infidelidad.
La persona obsesionada con la idea de la infidelidad empieza a presentar patrones repetitivos y frecuentes para descubrir la intención de dichos cambios:
- Supervisa de manera obsesiva las cuentas bancarias de su pareja para descubrir movimientos sospechosos.
- Obsesión por las redes sociales de su pareja. Revisa las fotos que sube, los amigos que tiene o que acepta, supervisa los likes, etc.
- Necesidad imperiosa de saber qué hace su pareja en cada momento.
- Exige conocer a cada persona con la que se relaciona su pareja; compañeros de trabajo, amigos, etc.
Estos comportamientos tienen como objetivo mostrarle a su pareja que, si hay pruebas de su infidelidad, lo que lo frustra es que no llegan y es por ello por lo que vive en una montaña rusa emocional todo el tiempo que afecta, significativamente, su relación.
Estos pacientes tienen baja autoestima, son inseguros, han vivido experiencias de infidelidades en otras relaciones, son controladores que adoptan un papel de persona dominante que vigila a su pareja y a todo aquel que considera como un competidor. La necesidad de control aparece por miedo al abandono.
De acuerdo con la especialista lo más complicado es el tratamiento para un paciente con este síndrome, debido a la desconfianza y el nivel de irritabilidad, lo aconsejable es el apoyo familiar que le permita tomar conciencia de su enfermedad.
Por lo general no piden ayuda profesional de manera voluntaria y lo hacen porque quieren mejorar su relación de pareja, en el mejor de los casos y desmontar las creencias irracionales que tiene sobre la infidelidad de su pareja.
Los psicólogos confirman que, en todos los casos, los celos no son patológicos, pues también estos hacen parte del amplio repertorio de emociones que los humanos tenemos.
Calandín explica que hay personas celosas, pero aprenden a manejarlo, y que no se dejan llevar por la desconfianza y la inseguridad. Sin embargo, hay una dimensión patológica, en la que sospechan de todos, amigos, compañeros de trabajo, etc.
Si usted tiene una pareja controladora, que la limita hasta el punto de que le dice “lo que puede y lo que no puede hacer”, ese no es un hombre, o una mujer, locamente enamorado de usted, es más bien alguien enfermo que, en cualquier momento, se saldrá de control y en el que menos lo espere le podrá hacer un daño irreparable.
Siempre pide ayuda profesional o de un familiar o amigo; que el silencio no sea tu cómplice.
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