Un gran reto representa para la educación en Colombia la implementación de un nuevo programa obligatorio en los estamentos públicos y privados, una vez sea sancionado por parte del presidente de la República, Gustavo Petro, el proyecto de ley que hace pocos días aprobó el Congreso.
Se le ha definido como ‘Catedra de Educación Emocional, iniciativa que impulsaron los congresistas Diela Liliana Benavides Solarte, José Alfredo Gnecco Zuleta, Mauricio Gómez Amín y Antonio Luis Zabaraín Guevara.
“La Cátedra de Educación Emocional permitirá la potencialización de habilidades para la vida y competencias emocionales, así como la prevención de conductas de riesgo y problemas que afectan el bienestar emocional y el desarrollo integral de la niñez y adolescencia en Colombia”, señala la Universidad de los Andes en el cronograma de los pasos que dio el proyecto de ley, que comenzó a ser tramitado desde marzo del 2024.
Una vez firme Petro, el Ministerio de Educación asumirá el proceso de la implementación de la iniciativa para que se cumpla a cabalidad y sea sumada a los programas encaminados a la salud mental no solo en la población académica, sino que deberá hacerse extensiva a las familias.
El punto de partida es la capacitación dirigida a docentes, cuidadores, trabajadores sociales y orientadores, según el proyecto aprobado, que además señala que ese paso puede hacer en alianzas entre instituciones públicas y privadas.
La línea de acción tiene la siguiente ruta base:
- La estructuración integral de una identidad, incluyendo el respeto de la individualidad y la de los demás.
- La búsqueda del bienestar emocional, personal y social.
- El desarrollo de relaciones constructivas y empáticas con figuras de cuidado y amor, pares, y sociedad en general.
- Desarrollo de la autonomía, la toma de decisiones asertivas y la construcción del proyecto de vida.
- Prevención de conductas de riesgo y problemas que afectan el bienestar emocional y desarrollo integral de la niñez, infancia y adolescencia, incluyendo el abuso sexual infantil, mediante estrategias de autocuidado, identificación de riesgos y respeto por los límites. personales.
- Se podrán establecer convenios con entidades públicas o privadas con experiencia en protección de la niñez, salud mental, educación o prevención de la violencia sexual, contribuyendo así a la construcción de una sociedad más resiliente y pacífica.
- La implementación deberá garantizar el enfoque diferencial para estudiantes con discapacidad, adaptando materiales, contenidos y metodologías a sus necesidades específicas.
- El Ministerio de Educación Nacional implementará la evaluación de competencias emocionales a través del Icfes, mediante las pruebas Saber o la prueba que haga sus veces, de acuerdo con cada uno de los niveles de educación: preescolar, básica y media.
- La misma cartera ministerial debe crear la Comisión Nacional de Seguimiento y Evaluación de la Cátedra de Educación Emocional, una vez entre en vigencia la cátedra y el plazo es de seis meses.
A propósito del proyecto, consideró que no se necesita de sesudos debates y menos de tecnicismos para entender que la salud mental no solo de los estudiantes, sino de toda la sociedad, urge de políticas públicas para neutralizar su impacto negativo en el desarrollo integral de los ciudadanos.
Cierro confesando que comulgo con quienes defienden la vieja urbanidad de Carreño, plasmada en el legendario ‘Manual de Urbanidad y Buenas Maneras’, obra escrita en 1853 por el venezolano Manuel Antonio Carreño, pese a su aparente simpleza y obviedad.
En esencia, Carreño daba las coordenadas o “normas de cortesía y etiqueta para la vida cotidiana: cómo saludar, comportarse en la mesa, vestirse adecuadamente, hablar con respeto, etc.; deberes morales del individuo: con Dios, con la sociedad, con la patria, con los padres y consigo mismo; reglas de convivencia en distintos espacios: el hogar, la escuela, la calle, el templo, reuniones sociales; y valores cristianos como base de la conducta: humildad, respeto, obediencia, caridad y gratitud”.
Podría estar equivocado, pero tengo el convencimiento que desde que el manual desapareció del mapa educativo hasta ser sepultado definitivamente con reformas educativas, muchas improvisadas y flojas en soportes científicos, se perdieron procesos de formación en los estamentos educativos hasta el punto de que hoy el educador, que era visto con respeto, es un elemento decorativo en las aulas escolares, duele reconocerlo, al igual que muchos padres de familia en las ‘modernas’ generaciones.
Por eso creo que el nuevo proyecto es una herramienta que, de adoptarse de manera responsable, guardando su esencia, puede abonar el terreno fértil que necesita el sistema educativo en nuestro país.
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