alegra el amanecer de julio,
tiene vivo el color como la sangre,
ha florecido con fuerza,
se ve espeso,
me recuerda un beso de monte,
un canto libertario.
Las calles de este barrio,
a veces se tiñen de amarillo
y regalan robles escarchados de oro,
otros días se atavían
de campanas moradas,
tapetes púrpuras intentos.
Recorro las calles,
dejando las huellas
plasmadas en las paredes marroquí,
en los mosaicos republicanos,
en las terrazas art déco
y le doy vuelo a la mirada
para que repose en las copas reverdecidas
de quienes atenúan la caída del sol sobre la piel.
‘El Prado’, floreció tras un llanto liviano del cielo.
Poeta invitada: Yajaira Pinilla Carrascal
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