‘La lectura debe ser un pilar en la formación de los niños’. Creo que esta premisa es obvia e indiscutible y no puede ser marginada dentro de los procesos de educación integral de las futuras generaciones para que las sociedades sean más justas y equilibradas.
Sin embargo, al aterrizar el tema desde el ámbito académico a la realidad, las brechas que hay que sortear no son fáciles, especialmente en estos tiempos en los que la tecnología lo está dominando todo.
En el más reciente informe elaborado por LEE, el Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana, ‘Desigualdades que se leen: análisis territorial y socioeconómico de los hábitos de lectura en Colombia’, se expone, a través de estadísticas y análisis de varias entidades investigadoras, entre las que se destacan el Banco Mundial, la Unesco, el DANE, un panorama preocupante acerca del nivel de formación y lecturabilidad de la niñez y la juventud colombiana.
“En el contexto colombiano, donde los programas de educación inicial priorizan el cuidado básico sobre el desarrollo de habilidades blandas y enfrentan desafíos de calidad, el rol de las familias adquiere especial relevancia. Los hogares se convierten así en el principal espacio donde se gestan los hábitos de lectura y lenguaje, especialmente en comunidades con acceso limitado a educación inicial de calidad”, se precisa en el informe.
Son 18 páginas, que están disponible en la web de la Unijaveriana, llenas de cifras y deducciones de las que les comparto las que me parecen relevantes para tener en cuenta por parte de los padres principalmente, pero también de los estudiantes, los educadores y los sectores públicos y privados. Veamos:
-En América Latina y el Caribe, el 52% de los niños no alcanzan competencias mínimas de lectura. En Colombia la cifra asciende al 48%.
-La exposición temprana a la lectura reduce en un 40% el riesgo de dificultades de aprendizaje asociadas a la lectoescritura. En Colombia solo el 32% de los padres lee, regularmente, a sus hijos, cifra inferior al promedio latinoamericano que es de un 38%.
-Los adultos en Colombia dedican un promedio de 48 minutos diarios a leer o contar cuentos a menores de 5 años. Sin embargo, esta responsabilidad recae, desproporcionadamente, en las mujeres, quienes representan el 94% de los cuidadores que realizan esta actividad.
-Las madres con educación superior dedican un 35% más de tiempo a actividades de estimulación lingüística en comparación con aquellas que solo cuentan con educación básica.
-La exposición temprana a libros y narraciones en hogares con madres educadas puede reducir hasta en un 40% el riesgo de dificultades de aprendizaje relacionadas con la lectura en etapas posteriores.
-Este uso del tiempo en la formación de los niños, niñas y adolescentes se observa como una brecha económica, ya que evidencia una tendencia ascendente en el tiempo dedicado a actividades de lectura a medida que aumenta el estrato socioeconómico. Mientras que en los estratos más bajos el tiempo promedio ronda los 30-35 minutos diarios, en los estratos medios se observa un incremento llegando a los 40-45 minutos. Los estratos más altos presentan los mayores promedios 60-70 minutos, superando en muchos casos los 100 minutos diarios dedicados a esta actividad.
-A nivel nacional, el promedio del tiempo dedicado a la lectura se sitúa en 49.25 minutos diarios, pero este valor general oculta importantes variaciones regionales que merecen atención. Las regiones con mayor dedicación a esta actividad son San Andrés, 64.09 minutos; Bogotá, 60.30 minutos; y la región Caribe, 54.37 minutos.
-Las regiones con menor tiempo dedicado a la lectura son la Central, 44.43 minutos, y la Pacífica, 47.83 minutos.
-En Colombia persisten desafíos en la consolidación de hábitos de lectura autónoma fuera del ámbito escolar. Según las cifras, entre el 29% y 35% de los estudiantes en grados 3°, 5° y 7° no leen por diversión, mientras que solo un 11% a 14% dedica más de dos horas semanales a esta actividad.
-Los datos revelan importantes variaciones geográficas en los hábitos de lectura recreativa entre los estudiantes colombianos. A nivel nacional, el 26% de los estudiantes dedica entre 1 y 2 horas semanales a leer por placer, el 28% lee menos de 1 hora, y solo el 13% supera las 2 horas de lectura semanal.
El fenómeno, según los expertos de LEE, todo ello responde a múltiples factores interrelacionados. “Por un lado, las crecientes demandas académicas dejan menos tiempo libre para actividades recreativas como la lectura. Por otro, los adolescentes encuentran mayor atracción en formas de entretenimiento digital e interactivo que compiten directamente por su atención. Además, existe una clara desconexión entre los materiales de lectura tradicionalmente ofrecidos en las escuelas y los gustos, identidades y experiencias de los jóvenes lectores”.
¿Qué hacer?
“Frente a este panorama, se hace necesario replantear las estrategias de promoción lectora para la adolescencia. Las intervenciones deben adaptarse a las características específicas de esta etapa de desarrollo, incorporando elementos que respondan a los nuevos intereses juveniles. Esto implica seleccionar materiales relevantes, integrar formatos digitales, y diseñar actividades más participativas y lúdicas que conecten genuinamente con los jóvenes”.
También se advierte que “se hace necesario implementar políticas públicas que aborden múltiples dimensiones del problema. En primer lugar, es fundamental promover la corresponsabilidad parental para redistribuir, equitativamente, las labores de cuidado y estimulación temprana. En segundo término, se requieren programas de capacitación para cuidadores, especialmente en hogares vulnerables, que les doten de herramientas efectivas para fomentar la lectura interactiva. Finalmente, es crucial desarrollar campañas que incentiven la participación activa de padres y figuras masculinas en los procesos de formación lectora, rompiendo con los estereotipos de género tradicionales”.
En resumen: “La escuela tiene un rol muy importante en esta transformación, pero requiere apoyo familiar y políticas públicas consistentes. Solo mediante un esfuerzo coordinado que comprenda las dinámicas propias de la adolescencia podremos revertir el declive en los hábitos de lectura y aprovechar todo su potencial para el desarrollo integral de los jóvenes”.
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